Nació el 29 de enero del año 1902, en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Su padre era descendiente de (vascos) y su madre Enriqueta Boffa de (italianos). El hogar de los Larralde era modesto, pero digno y honrado. En ese hogar, Crisólogo escuchaba hablar de revolución, eran los levantamientos que llevaba adelante Don Hipólito Yrigoyen a principios del siglo XX.
Más allá de ir a la escuela, Crisólogo trabajaba como dependiente en un almacén, su padre había fallecido cuando él tenía solamente cinco años. Crisólogo era un niño recio y temperamentalmente fuerte. A los once años, preparó los exámenes para el Colegio Nacional, estos eran eliminatorios por la falta de bancos. Crisólogo fue felicitado al final de los exámenes por los profesores de todas las materias. Al día siguiente cuando volvió la madre con el niño al colegio, la sorpresa fue grande al enterarse que no había vacantes. Logrando ser conducidos ante la presencia del Rector, éste al reconocer al niño, otorgó la vacante para el joven.
Crisólogo y su madre vivían en un inquilinato de la ciudad de Avellaneda, en una casa de madera, donde las hendijas eran rellenadas con diario mojado para que no penetrara el frío. En la misma casa, vivían unos anarquistas que hablaban de las injusticias sociales, del proletariado, de guerra contra las clases adineradas etc. Crisólogo frecuentaba a estas personas y tomaba contacto con libros, pensadores y periódicos poco comunes en Argentina.
En varias oportunidades este niño fue a parar a las comisarías junto a los obreros, al ser descubiertos en reuniones políticas, mientras que el común de los niños jugaba a la pelota todo el día. Así ha amasado sus convicciones obreristas este revolucionario radical.
Todo el dinero que lograba juntar Crisólogo lo gastaba en libros, muchos de ellos de avanzada, y entre los pensadores que influenciaron a Larralde podemos destacar los siguientes: Parménides, Sócrates, Platón, Aristóteles, Cicerón Séneca, San Agustín, Santo Tomás, Copérnico, Maquiavelo, Descartes; Espinosa, Leibniz, Hobbes, Hume, Rousseau, Montesquieu entre otros, sin dejar de lado a “Krause” a quien también adhería Hipólito Yrigoyen.
En el año 1928, Crisólogo Larralde formó su hogar con Emma Picote y tuvieron dos hijos: Crisólogo Martín y Adrián Horacio, hasta el año 1955, la familia vivió en Avellaneda, y luego se trasladaron a la vecina ciudad de Quilmes.
Crisólogo Larralde se encontró tempranamente entre políticos. Escuchó desde muy niño la explicación de los hondos problemas del mundo, se interesó por el mejoramiento de los humildes. En este sentido, Larralde aprecia las conquistas sociales que comienzan a materializarse durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen, esta es la razón que lo empuja a apoyar al caudillo, al que admiraba con devoción. Larralde tenía 14 años, cuando Hipólito Yrigoyen llegó al poder en el año1916.
Desde 1920 Larralde fue afiliado a la Unión Cívica Radical, dentro del Partido Larralde realizó una obra revolucionaria. Escribió durante 20 años en el diario “La Libertad de Avellaneda”, donde era editorialista.
En la década que va desde 1920 y hasta 1930, fue empleado del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, llegando al cargo de jefe del Archivo Histórico. Estudió Derecho, si bien no terminó la carrera, trabajó por el mejoramiento de los obreros y a los campesinos les inculcó el aforismo “La tierra es para quienes la trabajan”.
Luego de la revolución de 1930, Larralde es electo diputado en la elecciones de abril de 1931, las que fueron anuladas, donde se elegía gobernador y vicegobernador, en las que el radicalismo con la formula Pueyrredon Guido se había alzado con el triunfo. En esos años Larralde fue puesto preso en varias oportunidades por criticar al régimen. Nuevamente es elegido Senador en el año 1940, pero declina la nominación al estar viciadas de fraude las elecciones.
En el año 1945 se forma en movimiento Intransigencia y Renovación, del cual Larralde junto a Balbín, forman parte del mismo, y en el año 1946, la formula a gobernador de la provincia es: Prat-Larralde.
De la “Declaración de Avellaneda”, documento liminar del nuevo movimiento interno (Intransigencia y Renovación) podemos destacar el capítulo referido a política social que expresa lo siguiente: “En lo social, el radicalismo no reconoce privilegios de clase, de raza, de casta, de religión, ni de fortuna, pero proclama la protección de los derechos que resulten de la capacidad de trabajo. Frente a la realidad concreta actual, afirma el derecho fundamental de la vida (alimentación, vivienda, vestido, salud, trabajo y cultura), la necesidad de un seguro nacional obligatorio para toda la forma de incapacidad, vejez y desocupación; legislación protectora de los trabajadores del campo y de la ciudad y reconocimiento a favor de los mismos, de la libertad de agremiación y de huelga, para que cada sector de la vida argentina pueda defender su derecho a las mejoras compatibles con las posibilidades del país”.
En el año 1954, por fallecimiento del vicepresidente de la Nación Hortensio Quijano, se convoca a elecciones y el radicalismo sostiene para esa postulación a Crisólogo Larralde. Si bien sabía que iba al sacrificio, Larralde recorrió toda la geografía nacional, con su mensaje.
Cuando se produce la división del radicalismo Larralde junto a Balbín y otros dirigentes, se dedicaron plenamente a la reorganización de la Unión Cívica Radical del Pueblo.
Crisólogo Larralde trabajó con entusiasmo para que la Carta Magna reformada, diera a los trabajadores la seguridad de que iban a ser respetados sus derechos y su libertad. En una magnífica concentración popular que se realizó en plaza Once, Larralde, como presidente de la UCRP, explicó el alcance de los derechos obreros que el partido defendería en la Convección Reformadora, asegurando que el radicalismo iba a llevar a la nueva Constitución los derechos de los trabajadores y en especial el derecho de huelga.
En las elecciones del 28 de julio de 1957 para constituyentes triunfó la UCRP y en Santa Fe, luego de acalorados debates se lograron introducir en el nuevo Artículo “14 bis” los derechos de los trabajadores y el derecho de huelga. Larralde definía al sindicalismo de la siguiente manera:
“El sindicalismo no es simplemente un asunto de intereses económicos, sino un problema social y moral que implica que la concepción del mundo, una filosofía. Entre las bases que propicia el radicalismo del pueblo está la de asegurar a los trabajadores un nivel estable y elevado de ocupación”.
En un mensaje del 1 de mayo de 1961 Larralde afirmaba: “Hoy 75 años después del trágico 1 de mayo, declaramos que hay mucho que andar: Está en pié el artículo 14 bis, nuevo de la Constitución Nacional. Está en pie pero no anda, no camina, no avanza. Está en pie pero está detenido. Es como si no existiera; el gobierno lo desconoce a menudo y nosotros no lo recordamos todavía.
Mi partido está en la obligación de convertirlo en un cuerpo de leyes, pues no puede tolerarse que se haya sostenido el conjunto de afirmaciones progresistas como una mera expresión de propaganda electoral.
Si el Radicalismo del Pueblo no da las leyes reglamentarias del ejercicio de los derechos obreros inscriptos en el artículo 14 bis, o si por lo menos no las proyecta, porque para darla es indispensable tener la mayoría en el parlamento, no faltará quien lo haga y merezca y alcance la gratitud colectiva.
Pero no es todo lo que se debe hacer. Corresponde ahondar en el fuero sindical, ensancharlo y otorgarle fundamentalidad. La sede gremial, la sede de organizaciones obreras, de los sindicatos de base, de las asociaciones y federaciones y de la central, debe ser inviolable, sólo una orden judicial escrita puede disponer su allanamiento. Debe tener los derechos de la persona jurídica.
En cuanto a los dirigentes obreros, miembros de las organizaciones de todas las jerarquías, delegados de fabrica, delegados de las comisiones paritarias etc. Mientras dure el desempeño de sus mandatos y sus actividades estrictamente gremiales, deben gozar de inmunidades y tener la garantía total de estabilidad en el trabajo.
La libertad de los dirigentes debe ser respetada en todos los casos y no podrá ser desconocida ni durante la vigencia de las leyes de excepción. Partimos de un supuesto no discutible: el dirigente obrero tiene a u cargo una tarea de paz social; de concordia; de defensa de los derechos legítimos; es un elemento de orden y colabora con el Estado en cuanto lucha por la justicia social.
La Unión Cívica Radical del Pueblo eligió como candidatos a gobernador y vicegobernador a Crisólogo Larralde y Fernando Solá, para las elecciones en la Provincia de Buenos Aires del 18 de marzo de 1962. Larralde no viajaba mucho durante la campaña por su delicado estado salud, sus médicos aconsejaban reposo y descanso. Larralde eligió un barrio de una ciudad obrera, para morir un 23 de febrero de 1962. En este sentido, el Comité Seccional de la ciudad de Berisso, había organizado un acto dentro del programa de la campaña organizada por el partido. La tribuna fue levantada en las calles Montevideo y Guayaquil. Larralde viajó desde su domicilio en Quilmes hasta la ciudad de La Plata y desde allí luego de realizar una pasada por la avenida 7, donde fue saludado por los vecinos, una caravana de automóviles lo acompañó hasta la ciudad de Berisso.
Al llegar lo esperaba una multitud que entusiasmadamente recibió al candidato. A las 22, 45 subió a la tribuna Crisólogo Larralde, tronaron los aplausos y el grito de la multitud de apoyo al dirigente radical. Su discurso fue vehemente y apasionado haciendo un análisis socio económico del país. A los 15 minutos de discurso, Larralde se desplomó en la tribuna prácticamente muerto y pasada la medianoche fallecería, más allá de las atenciones médicas que intentarlo mantenerlo con vida.
En la última década, es decir desde 1950 hasta su muerte, no fue fácil encontrar otro hombre que tuviera más conocimientos en cuestiones sindicales, obreras, en todas las ramas del trabajo, del campo, de las fabricas, del laboratorio, del diario de las artes, condensado en tres palabras: manual, intelectual y científico.
Cuando se anunciaba un acto político en donde Larralde intervendría como orador, el pueblo se reunía para escucharle; el auditorio veía lo que Larralde explicaba. Presentaba los asuntos con tanta naturalidad y sencillez que todos y cada uno se reconvertían en espectadores de lo que Larralde relataba. Es que el pueblo estaba en presencia de un verdadero innovado, por eso lo seguían los trabajadores, los humildes, los idealistas. Así, de plaza en plaza, de tribuna en tribuna, su palabra fue llevada por el viento, penetró su música, hasta el más recóndito lugar de la República.
El radicalismo del siglo XXI, debe poner en valor, estos ideales sociales, sustentados por Larralde, haciendo de los mismos una de sus principales banderas, junto a la defensa de la República, teniendo siempre presente, que Crisólogo Larralde fue un benefactor que desparramó a manos llenas la riqueza de su intelecto y de su corazón, por la causa de los que menos tienen, razón de ser, de la Unión Cívica Radical.
Prof. César Arrondo
Foro Nacional de Historiadores
De la Unión Cívica Radical